Un ave rapaz sobrevuela el abismo (y al fondo está Ud.)

Richard Parra es el pasajero sanguinario de la literatura peruana del XXI. Una rara avis que nos invita a una Contemplación del abismo, y lo hace desde el relato, considerado el patito feo de la narrativa comercial. Si quiere sentirse perpetuado y perturbado, tiene entre manos al autor correcto.



1.
Richard Parra ha nacido para perturbar a los lectores. Zarandearlos. Escupirlos. Mearlos. Contrasuelearlos. Cogotearlos. Y dejarlos en estado de coma. Qué bueno, porque ustedes querrán que continúe el martirio; continuar, digo, leyéndolo.

Hay un acto de sadismo al leer un relato o una novela donde se aviva la violencia en sus diversas formas (explícita, implícita; física, verbal). El lector termina siendo socio, testigo y partícipe. Inclusive asqueándose, continuará leyendo, porque es jodidamente delicioso seguir en una obra muy bien escrita, que te obliga mantenerte atento hasta la última página. Entonces, recién reflexionas y terminas con las ganas de soltar la siguiente bomba atómica o abrazar a tus seres queridos para hundirse juntos en algún gueto esperando el fin del mundo, porque ya nada importa.

Apuntemos, sin embargo, que la violencia que exudan los personajes de Parra (Lima, 1976) no es gratuita. No son los baldes de pintura bermellón con las que Tarantino salpica sus películas. Esta violencia está muy ligada a la historia peruana reciente. Tiene un porqué.

Bien lo señala el novelista español Antonio Muñoz Molina: “Parra tiene ese talento para urdir narraciones pegadas a la realidad política e histórica y a la lengua de su país que parece un don particular de los escritores peruanos”.

 

2.
Mi primer encuentro con Parra fue el díptico de novelas Necrofucker / La pasión de Enrique Lynch (2014), que llegó con buenas críticas y había sido publicado en España. En rasgos generales, diré que me llamó la atención tanto sus personajes, la violencia exprofesa, el uso de los tiempos, y que rindiera tributo al universo de lo breve: la novela corta y el relato.

Parra también ganó el premio Copé por su ensayo sobre el inca Garcilaso de la Vega, pero no es de interés para el presente comentario.

Pongo el ojo en Contemplación del abismo, editado en 2010 y reeditado en 2018. Se trata de un conjunto de 11 relatos. Y ya lo dije en el anterior comentario, que una obra sea reeditada en el exiguo mercado editorial peruano, más allá de las guías de autoayuda o los textos escolares, es algo que llama la atención.

3.
El Macondo del autor huele mal y está poblado de antihéroes. Se ubica a la orilla del río Rímac y aquí no hay pizca de romanticismo, sino meaderas, peleas y perros callejeros.

Se ubica entre Cárcamo, Zarumilla y Mirones, en el Cercado de Lima. Aquí pasan tiempo parte los personajes de Necrofucker / La pasión de Enrique Lynch. Y en el caso de Contemplación del abismo, es el microcosmos donde se desarrolla “La Navidad de la niña”.

Otro aspecto por resaltar es el rol de la mujer en las historias de Parra. Se trata de una protagonista emancipada, que goza su libertad, sobre todo sexual o aprende a pelear con los hombres (esto último es el caso de “Susana”, niña protagonista de “La Navidad de la niña”).

En “La jaula”, “Amanda” se abstiene de hablar de su pasado, vivirá una relación que sabe transitoria con el protagonista sin nombre -¿“inca”, “cholo”?- que luego ella decidirá cortar. Similar situación tiene “Mariana”, la coprotagonista de “De regreso en Roma”, que juguetea sexualmente con quien le place y sabe poner fin a las mismas relaciones.

Pero esa libertad femenina tiene un límite cuando llega un hombre, quien ejerce un grado mayor violencia contra el cual no puede luchar y termina doblegándola (la violación y el asesinato, parecen siempre ir de la mano en la narrativa de Parra). Y esto es mayor en el caso de las mujeres provincianas:

En “El Cristo de Aucayacu”, tanto los militares como los senderistas cometen estupro con las mujeres. Y una adolescente cobrará venganza de todas ellas, dejando idiota al “Cristo”. En “El visitante”, el abuso viene del patrón Bernal y sus hombres, que controlan Vichaycoto y alrededores. Es decir, las mujeres son objetos más que sujetos por parte de la sociedad. ¿Denuncia? No lo creo. Mirada, básicamente. Mirada aguada sobre una sociedad rapaz.

En  “Contemplación del abismo”, el clima de violencia es similar y los protagonistas de estos últimos dos relatos y “La muerte de liquichiri” comparten una característica fantasmagórica real y alegórica, para lograr liberarse. Aunque no siempre lo logran.

Ojo, la mujer no es solo víctima ni mártir, sino muchas veces partícipe. En “Entierro de una madre”, Parra toma el contexto de la caída del gobierno de Alberto Kenya Fujimori en el año 2000 para contar, a partir de esa “desgracia” de las familias beneficiadas por el régimen corrupto. El texto es casi una justificación del porqué la hija “Flor” y su hermano son tan distantes a la hora de disponer de las cosas de su difunta madre.

Anotemos que en los textos de Richard Parra casi no importa el nombre de los narradores-protagonistas. Es un detalle donde no pone énfasis. Nos enteramos casi de casualidad el nombre de ellos, más sí conocemos el del resto de personajes.

Otro tema presente en la mayoría de relatos son las supersticiones y la brujería, que aparecen sin espacio geográfico definido; sobrevuela toda la narrativa, como si fuera tejido epitelial de la nación -narrada.

¿Cuándo Parra es consciente de que el narrador es autor de un texto? ¿Existe? Esto se da en “Motosierra (o quisiera alquilar una casita en las montañas)”, una de las mejores historias, con el contrapunto de violencia alegórica. Los dos personajes, “Patty” y “Jimmy”, son amantes de las películas de terror, serie B; de personajes que han sobresalido por el grado de violencia; o gustan de actos sadomasoquistas, pero, a la vez, odian la violencia real, la que daña sin un fin de juego. Y cuando la practican por vez primera, significará el alejamiento de los personajes. A la vez, hay un desdoblamiento: “Jimmy” se reconoce como autor del relato, pregunta al lector sobre la verosimilitud de la historia y crea un supuesto crítico a su obra, que pondrá en entredicho el relato.

Me gusta la facilidad con la que el narrador se desplaza por espacios urbano-marginales de la ciudad y de espacios rurales. No es nada convencional y hay una naturalidad, un dominio de los espacios convencionales, poco común entre los narradores peruanos comerciales, enfocados en Lima y un par de playas. O vidas de escritores tercermundistas básicamente en Estados Unidos -¿cuándo París dejó de interesar a los narradores peruanos?, ¿fue un salto cualitativo o mucha influencia de Hollywood?-.

Muchos de los personajes son migrantes pobres, andinos sobre todo: migran hacia Lima o de Lima parten a otros países sin dejar su marginalidad (“La jaula”, “De regreso en Roma”, etc.).

Lo dulce, digamos, es la presencia de los animales: hay un tratamiento romántico con los animales -aunque corren igual suerte de los humanos y su situación es más triste porque no hay reclamo ni defensa ante la violencia humana-. ¿Quién es más animal?

Y los finales abiertos, dejan la tarea al lector de poner el punto final en su mente. 

P.D.

No sé en qué carajos andará ahora Parra. Mucho silencio en sus redes. Mucho silencio editorial.

Inquieta.

Estoy esperando su siguiente estocada.

Maldito, Parra.

mamutquelevita.com

(*) Todas las opiniones de esta página pertenecen solo a su autor.


CITA:
“En este abismo, vivo despojado de la memoria. Y estas imágenes que asaltan mi mente, ¿qué son? ¿Los latidos que yo escuchaba en tu vientre? ¿O el temblor de tu cuerpo que circunscribía al mío?” (Pág. 49)

Puntuación:
4.5 de 5

Ficha técnica:
Parra, Richard. Contemplación del abismo (Lima, Animal de invierno, 2018). Páginas: 153.

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