Hemingway en el Perú: aproximaciones a un demonio feliz
Su narrativa, tan potente como el ataque de un avión caza, y su vida, siempre al filo de la navaja y de los catres, han hecho de Ernest Hemingway un
personaje de leyenda, apetecible para cualquier narrador. Acaba de aparecer Hemingway
desconocido, conjunto de crónicas que aporta sobre 36 días que el escritor
norteamericano pescó en Cabo Blanco (Perú), amén de su fantasma y dos de sus
amores —uno carnal y otro idílico—.
1.
“La muerte es una puta más con la que no quiero acostarme”, respondió el
viejo colorado y barbudo llamado Ernest Hemingway, acomodándose la gorrita, al
trío de periodistas peruanos que lo esperaban al pie de las escalinatas del
avión, cuyas hélices aún daban vueltas. Parecía un Papa Noel veraneando; lo
engrandecía su fama de cazador de safaris en el África subsahariana, de
sobreviviente de guerras y su alta pluma, entre otros galardones de su vida non
sancta y exagerada.
El pájaro de acero se apellidaba Panagra y había levantado las alas en
Miami. Aterrizó a las ocho de la mañana del 16 de abril de 1956 en El Pato, la
pista de aterrizaje de la Internacional Petroleum Company en Talara, Piura.
Hombre de prensa forjado en las trincheras de las dos guerras mundiales
y la Guerra Civil Española, el Premio Nobel de Literatura 1954 dedicó varios
minutos para dialogar con sus “colegas” peruanos y luego los despidió con
amabilidad. “Papá Hem” tenía apuro en llegar a Cabo Blanco, caleta famosa por
sus peces de altura. En buen romance, quería largarse a probar suerte con la
caña a bordo del Miss Texas.
2.
En Cabo Blanco Hemingway permanecería 36 días pescando. El narrador y
aventurero llegó al Perú por primera y única vez con la intención de capturar
un merlín negro digno de leyenda: el animal sería perfecto para la adaptación
cinematográfica de El viejo y el mar (1952), que por entonces
John Sturges rodaba en Cuba, la segunda tierra de Papá Hem. Acompañado por un
equipo de filmación de la Warner, Hemingway partía con su comitiva a las ocho
de la mañana y regresaba al anochecer al exclusivo Fishing Club, exclusivo
espacio para multimillonarios y miembros del jet set mundial que dio
renombre a Cabo Blanco a mediados del siglo pasado.
El barman Pablo Córdova —tantas veces citado para narrar esta historia—
recordaría esas noches cuando en el bar del Fishing Club de Cabo Blanco, el
autor de Por quién doblan las campanas (1940), al final de sus
incursiones marinas de 10 horas diarias, se acodaba para servirse unas copas de
whisky puro que intercalaba con vasos de agua, creando un efecto que habrá que
experimentar. “Hemingway pasaría largas horas charlando con él de cosas
triviales mientra bebía innumerables vasos de escocés.” (Pág. 42).
3.
Un autor puede perseguir un tema o sentir que un tema —en forma de
fantasma literario— lo persigue. Omar Zevallos, reconocido periodista,
columnista y caricaturista arequipeño, pertenece a este último istmo.
Ya de niño, Zevallos había sido inoculado en la biblioteca de su padre
por las novelas del autor y su personalidad magnética. “Hemingway era sin duda
el icono del hombre fuerte, cazador, pescador, boxeador, corresponsal de
guerra, mujeriego y escritor; y su vida estaba llena de historias increíbles.”
(Pág. 12). Los años pasaron y como periodista Hemingway aparecería sin
proponérselo como un pendiente, que aparecería a lo largo de tres países (Cuba,
Estados Unidos y el Perú).
Como el propio Zevallos lo señala, se vuelve muy difícil aportar a la
amplia bibliografía de Hemingway, sobre quien parece todo se ha escrito, aunque
su vida exagerada no dejará de ser un rico caldo de cultivo para nuevos
proyectos narrativos.
La crónica “Hemingway en el Perú” es estupenda. Fue publicada por vez
primera en 2006 en la revista Gatopardo, todavía en su etapa colombiana
y bajo la dirección de Rafael Molano (por cierto la mejor etapa para quienes
gozamos de sus memorables páginas). Le valió a Zevallos el premio de la
Sociedad Interamericana de Prensa en la categoría de Crónicas.
A este Mamut Que Levita le parece que el aporte fundamental de Zevallos
en su nuevo libro es, sobre todo, esta crónica de la estadía del Nobel en el
Perú. El periodista escarbó los diarios de la época (El Comercio, La
Prensa y La Crónica enviaron a sus corresponsales ni bien se
enteraron del cable que anunciaba la llegada del novelista a las caléndulas
tierras piuranas); trabajó en base a los testimonios y la memoria de los tres
periodistas que cubrieron la llegada del Nobel, hoy todos ellos fallecidos;
viajó hasta el breve poblado de El Alto y recorrió el abandonado Fishing Club
de Cabo Blanco en busca del dato exacto, dejando de lado las leyendas de los
pobladores que aprendieron de segunda o tercera mano el relato del mítico
gringo bonachón y de feroz sed.
Porque más se conoce en forma de leyenda lo que fueron esos 36 días en
Cabo Blanco, pero se carecen de otros testimonios directos reales (casi todos
los textos que aparecen sobre esta caleta, ficcionalizan o toman los
testimonios de los hijos de los testigos). Pero los periodistas cubren pocos
días del espectro total del itinerario de Hemingway en la caleta, esto debido a
la condición de espacio exclusivo, por eso no son confiables los testimonios de
oídas.
Los siguientes tres textos de Hemingway desconocido versan sobre
temas más universales. Me refiero a “El fantasma de Hemingway”, que habla sobre
el espectro en Finca Vigía, el famoso Museo Hemingway de Cuba, donde se cuenta
que el espectro del novelista ha sido visto por guardianes que han tenido que
renunciar por el acoso del alma reacio a partir.
Por su parte, “La amante cubana” y “La pasión imposible” tienen
por común denominador: en líneas generales se basan en las relaciones con
mujeres fuera del matrimonio. En la primera, la protagonista es Leopoldina
Rodríguez, una hermosa y “fina” prostituta que frecuentaba el bar El Floridita
de La Habana. La relación con el novelista no fue solo del comercio sexual sino
también de conocimientos literarios pues el autor de El viejo y el mar
habría confiado en el juicio de Leopoldina con respecto a ciertos trabajos,
como la propia novela ambientada en los mares cubanos.
En “La pasión imposible”, nos adentra en la relación epistolar entre el
narrador norteamericano y la actriz alemana Marlene Dietrich. En esta última
crónica se promete un texto donde se trabaje mucho sobre las misivas entre la
actriz y el literato, pero no sucede. Hay más un trabajo sobre Dietrich,
aunque, por cierto, no deja de ser entretenido (un lector puede leer de un
tirón el volumen), ya que Zevallos nos lleva a buen recaudo sin necesidad con
un verbo límpido, sin malabarismos verbales con el que muchas veces pecan con
sus galimatías otros cronistas con alma barroca. Mas el mexicano Juan Villoro
pondera que la crónica es el ornitorrinco de la prosa, integrado por distintos
géneros, donde darle más peso a una pata puede ser perjudicial para el texto.
Posdata
A este Mamut Que Levita le parece curioso las coincidencias editoriales.
Mientras Omar Zevallos presenta Hemingway desconocido, otro autor
peruano, Carlos Arámbulo, acaba de publicar Nunca seremos tan jóvenes como
hoy, cuyo conjunto de relatos arranca con una pieza de narrativa corta muy
interesante, “El viaje a Hemingway”, que este Mamut ya comentará. Ya lo
dijimos, Hemingway es inagotable.
(*) Todos los comentarios son de su autor
PUNTAJE:
3.5 de 5
FICHA:
Zevallos, Omar. Hemingway desconocido. Cuatro crónicas secretas sobre
el escritor en el Perú y el mundo. Lima, Debate, 2019. Págs. 111.