La posverdad o cómo Pinocho aprendió a alargar su nariz en tiempo récord
1.
Un expresidente toma un
revólver y se suicida la mañana en que los fiscales tocan la puerta de su casa, en
un barrio residencial de Lima, para hacer cumplir un mandato de prisión preventiva que
pesa en su contra por dineros que -otros a nombre de él- recibieron de la constructora más grande y corrupta de América Latina. El
expresidente dejó una carta de una página, donde señala que dejaba su cadáver a
sus enemigos políticos. Suena poético, pero no lo es.
Pareciera que con la
bala que entró y salió por su cabeza terminaba esta historia. Pero sus aliados no quieren que esta sea la posdata política de su líder, quien dos veces llegó a presidente del país. El cuerpo
ausente ha servido como arma para construir una versión de los hechos que se
enfrenta desde entonces a las investigaciones de los fiscales sobre las
millonarias coimas; y para eso se sirven, desde las respuestas que parecen
aisladas de sus anónimos partidarios en las redes sociales hasta las
intervenciones de sus dirigentes políticos más connotados desde el Congreso, en su lucha constante por
desacreditar cada avance de las investigaciones. Total, los monumentos a los
presidentes aguantan más tiempo que los expedientes judiciales. ¿Es cuestión de
esperar?
Esparcir mentiras intencionadas en un país polarizado es como sembrar minas en un campo muy transitado. (Jacqueline Fowks)
2.
El diccionario
Oxford define el término posverdad como: “denota circunstancias en que los
hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los
llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Posverdad otra forma de llamar
a la desinformación y la manipulación noticiosa. Siempre existió, ahora se ha
multiplicado a la enésima potencia.
La periodista
Jacqueline Fowks publicó en el 2017 el ensayo Mecanismos de la posverdad, pero
el día a día con la posverdad -que manejan los grupos de poder- es tan cercana en la caótica América Latina
-tampoco se trata de una regional excepcional a este fenómeno, claro está- que al año
siguiente el libro fue reeditado.
Es que los
latinoamericanos necesitamos que nos expliquen lo que sucede; de cómo la
posverdad se ha dinamizado gracias a ese menjunje de los medios electrónicos,
accesibles a todos gracias a “la velocidad” y la “simultaneidad”; y se encargan
de llenar el universo informativo digital en estados-naciones que son el caldo
de cultivo perfecto: las “sociedades pluriculturales en las cuales predominan
la exclusión y la desigualdad desde hace siglos” (Pág. 23); en términos más
técnicos hablamos de “los cambios en la comunicación política, y en el circuito
de producción, circulación y apropiación de las noticias” (Pág. 21).
Es que el mundo ya no es tan sencillo como ayer, cuando era estaban quienes detentan el poder y los medios de comunicación masiva. La
tecnología ha instalado a un nuevo actor; las redes sociales. Ahora respaldan la
posverdad, como recuerda Fowks, “quienes hoy difunden mensajes masivos
noticiosos o de tipo noticioso, sin ser periodistas, suelen tener relación con
poderes fácticos o trabajan como herramienta de operadores políticos o
empresariales. No son necesariamente llaneros solitarios u outsiders de la
información.” (Pág. 22).
El mundo de
Facebook, Instagram, Twitter, intenta dar a entender que estamos frente a cosas aisladas; querer reforzar esa entelequia
que internet sirve “para dar la palabra a las voces más democráticas”.
Falso, Pinocho.
Dice Fowks, “hemos
llegado a un momento en que los movimientos sociales o climas de opinión que
surgen de medios sociales quedan neutralizados o anulados por quienes detentan
el poder político y económico o por los poderes fácticos.” (Pág. 25). Los corderos
se conocen pero no a los titiriteros, o al menos ellos no quieren delatarse
fácilmente en este constructo; en estos mecanismos de desinformación y
manipulación. Tiene que parecer que todo es espontáneo, como las indignaciones
mundiales en 2015 ante la muerte de Aylan cuando naufragó su barcaza llena de
migrantes como él, en las costas de Turquía.
Lo principal es la
divulgación de las mentiras o construir medias verdades, dice la autora.
Tergiversar o malinterpretar intencionalmente hechos y documentos “o a través
de montajes fotográficos, edición fraudulenta de audios, puestas en escena
falsas, o la simulación por parte de las fuentes de información. estas
manifestaciones son las más comunes en los procesos de posverdad”. (Pág. 31).
Si creía en la inocencia de las redes sociales, es tiempo de quitarse el
antifaz.
Con suerte, una versión falsa que abona en una manera distorsionada de ver las cosas es desmontada, pero el impulso y visibilidad del mensaje original suele ser mayor al del desmentido. (Pág. 150)
3.
Decíamos que la posverdad, aunque universal hoy, es muy sudaca y latinoamericana, por las características de nuestras sociedades. En su libro, Fowks analiza los “mecanismos de
la posverdad” en el Perú, Colombia, México y Chile; de cómo la forma de en una
contienda “nombrar las cosas” durante los conflictos sociales, permiten lograr
la hegemonía política, empresarial, económica. Imponer cierta “verdad” de
interés a un grupo y, como dice la autora, despreciar al ciudadano que expresa
sus derechos. Bingo.
El libro de
Jacqueline Fawks tiene la frescura del
verbo de los periodistas, al que suma la profundidad de la ensayista. A su
bibliografía consultada suma casos que los latinoamericanos podemos
refrescarnos siguiendo los enlaces. Mecanismos de la posverdad no se agota en
sus ejemplos, sino, como propuse al inicio de este comentario, se puede refrescar con los
contextos que nos proporciona en abundancia nuestra nunca aburrida realidad.
Tal vez, justamente, el contar los hechos en piloto automático, queriendo
competir desde las multiplataformas con las redes sociales, haga que muchos
periodistas caigan y alimenten la posverdad. Otras veces, no serán tan ingenuos los productores y directores. Será una verdad herida, una posverdad, que cumple su rol en el ajedrez político, social y económico.
mamutquelevita.com
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PUNTUACIÓN:
4.5 de 5
FICHA TÉCNICA:
Fowks, Jacqueline.
Mecanismos de la posverdad. Lima, Fondo de Cultura Económica Perú y CISEPA,
2018. 2da. edición. 183 páginas.