Los Tiempos recios de Vargas Llosa
Un Nobel de Literatura que ya no toma
riesgos, se convierte en un vaca sagrada que se oxida.
Tal
como lo ha hecho en sus dos obras anteriores, El héroe discreto y Cinco
Esquinas, para Mario Vargas Llosa sería más fácil mover los hilos de sus
personajes e historias por Lima, Arequipa o Piura. Tal vez Madrid o Londres;
inclusive Cochabamba. Es decir, urbes que conoce muy bien o donde ya hizo
respirar a otros personajes o de las que tiene recuerdos que servirían para los
vericuetos de la ficción.
Pero
prefiere, para crear esta nueva relación estética con el lector, tomar un
riesgo histórico-geográfico y Tiempos recios (Lima, Penguin RandomHouse, 2019), su nueva novela, es la primera que ambienta en Guatemala; un país
centroamericano de 1954, de tiempos del gobierno de Jacobo Árbenz, de la CIA
interesada en el traspatio de los Estados Unidos.
Para
ser un autor octogenario que ha tenido el enorme honor de vivir de la
Literatura y de ser exitoso, el escribidor arequipeño da una patada en las
posaderas a autores que, con la mitad o la tercera parte de sus años, no dejan
de ser monotemáticos y conformistas con sus trabajos.
Sabemos
que no estamos ante el Vargas Llosa “comprometido”, ferviente practicante y
participante del proyecto hispanoamericano de la “novela total”; el deicida que
compite con Dios en la creación y construcción de un mundo.
Ese
autor de La casa verde (1965), quedó atrás. Para quien “la escritura de
novelas totales como respuesta a las demandas al escritor-intelectual de
izquierda sobre la necesidad de proyectar en los textos literarios una imagen
integral del proceso histórico y social del continente”, escribió JorgeValenzuela Garcés en Principio Comprometidos (2013; pág. 11).
Con
ese Vargas Llosa, el actual solo comparte el nombre.
De
la exuberancia al minimalismo
Una
primera aproximación a Tiempos recios es la tendencia del narrador a
resumir y explicar los hechos al lector; es un novelista obligado a este
recurso -¿por contrato?, ¿por la necesidad de ser global?- para facilitar el
trabajo al gran público y todo quede respondido en las 353 páginas de la
novela.
Por
ejemplo, las páginas dedicadas a describir y resumir lo que significaba la
presencia del nuevo embajador de Estados Unidos en Guatemala, John Emil
Peurifoy, “Un fanático y un racista, sin duda; y también, un maccarthista de
espíritu espeso, de asimilación intelectual muy lenta (Pág. 239), dedica varios
párrafos del capítulo XXV para dejar claro de quién se trataba este
personaje.
En
el capítulo I sucede algo similar, cuando Vargas Llosa describe a Edward L.
Bernays y Sam Zemurray, personajes norteamericanos claves para comprender la
multiplicación de los sembríos de banana en las selvas centroamericanas que
conocía como la United Fruit y era casi como un sinónimo del capitalismo
norteamericano.
Se
necesitan esas descripciones siempre para que partan los diálogos. Lo que le
quita el brillo a lo que el propio Vargas Llosa buscaba en las ficciones que
analizaba: “Cuando leemos novelas no somos el que somos habitualmente, sino
también los seres hechizos entre los cuales el novelista nos traslada” (1996;
11).
Es
-resulta difícil no hacer las comparaciones con el anterior MVLL- una narrativa
casi yuxtapuesta a la primera novelística vargasllosiana, mejor representada
por La guerra del fin del mundo o La casa verde. En esta última,
por ejemplo, la fuerza de las descripciones tiene un efecto envolvente sin
igual para el lector; es La casa... un libro deudor de William Faulkner,
“en cuyos libros descubrí las hechicerías de las forma en la ficción, la
sinfonía de puntos de vista, ambigüedades, matices, tonalidades y perspectivas
de que una astuta construcción y un estilo cuidado podían dotar a una
historia”, escribió el propio autor (1998; 9).
Por
ejemplo, ese primer capítulo de La casa verde, que asemeja un largo
soliloquio y es, sobre todo, el viaje fluvial por la Amazonía, de las madres
Angélica y Patrocinio junto a los guardias Chiquito, el Oscuro, el Pesado,
Rubio y el práctico Nieves, con sus flashbacks en ese insomne viaje, contiene
una belleza poética única, de la que un lector no puede emerger hasta la última
frase.
Otra
lectura podría considerar que Mario Vargas Llosa, finalmente, aborda los
estragos producidos por el paso de la United Fruit Company en diversos países
del Caribe y Centro América (conocidas como "repúblicas bananeras"), tal como en su momento ficcionalizaron, a partir
de los abusos económicos, políticos y sociales cometidos por esta firma
norteamericana, otros Nobel latinoamericanos: Miguel Ángel Asturias y Gabriel
García Márquez.
Vasos
comunicantes
En
Tiempos recios hay elementos que le permiten a Vargas Llosa ir
sobreseguro en su nueva aventura narrativa. Son herramientas que cualquier
narrador lo necesita.
Y
para ello toma personajes sobre los que había trabajado en La fiesta del
chivo (2000), su primer periplo novelístico por Centro América y el Caribe:
el dictador dominicano Rafael Trujillo y su oscuro jefe del Servicio de
Inteligencia Militar, Johnny Abbes García. Sin la acción de estos dos y
Peurifoy, el derrocamiento planteado por la CIA, simplemente, no hubiera
funcionado.
Mirada
del mundo
Las
ficciones sirven para exponer las obsesiones y miradas de sus autores.
En
los libros de Vargas Llosa como en el de cualquier autor, el uso de los ciertos
adjetivos permiten ver la mirada de quien escribe sobre cierto fenómeno.
En
el caso del Nobel peruano, hay una mirada despectiva por la población “no
blanca” (los negros, indígenas o nativos) que se desprende del uso de los
adjetivos. Claro, no podemos pedirle a Vargas Llosa que sea un José María
Arguedas, y su mirada tierna hacia los campesinos quechuahablantes. Sólo este
punto puede significar un ensayo sobre la obra vargasllosiana.
En
la página 94 de Tiempos recios se lee: “Guatemala, donde los los blancos
-los que se creían blancos- miraban a los indios como su fueran animales.” Hace
recordar a un pasaje con la misma carga emocional en Lituma en los Andes
(1993): “Se oían truenos a lo lejos, retumbando en las montañas con unos
ronquidos entrecortados que subían desde esas entrañas de la tierra que estos serruchos
creían pobladas de toros, serpientes, cóndores y espíritus. ¿De veras los
indios creen eso?” (Pp. 12-13).
El
escritor tampoco es magnánimo con el oficio del periodista, un oficio que
asocia a la “aventura”, la bohemia y a “la fascinación de los hechos”. Jamás al
trabajo intelectual riguroso. Ya lo explicó cuando dijo en García Márquez.
Historia de un deicidio:
“Es
el aspecto aventurero del periodismo lo que lo entusiasmó, pues cuadraba
perfectamente con un rasgo de su personalidad: la fascinación por los hechos y
personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas.”
(2000; 41).
En
Tiempos recios, cuando el narrador habla del inicio de la relación de
Rafael Leonidas Trujillo con Johnny Abbes García, explica que este último era
un hombre de prensa especializado en la hípica; “un periodista del montón, algo
bohemio, especializado en caballos”. (Pág. 77)
¿Lecturas
encontradas?
Algunos
ven una disociación entre el Vargas Llosa-columnista-semanal, y el Vargas
Llosa-novelista y que esto se arrecia en Tiempos recios.
Si
bien en el segundo perviven las cenizas de aquel concepto vargasllosiano genial
de “la literatura es fuego”, como dijo en su discurso en Caracas, al recibir en
1967 el Premio Rómulo Gallegos y reflexionó a partir del inconforme poeta
puneño Carlos Oquendo de Amat.
Hay
un Vargas Llosa comprometido con el pensamiento liberal, tal como lo subrayó
cuando publicó “mi propia historia intelectual”, La llamada de la tribu
(2018), a partir del análisis de siete autores del liberalismo.
Opina
el autor: “La doctrina liberal ha representado desde sus orígenes las formas
más avanzadas de la cultura democrática y es la que ha hecho progresar más en
las sociedades libres los derechos humanos, la libertad de expresión, los
derechos de las minorías sexuales, religiosas y políticas, la defensa del medio
ambiente y la participación del ciudadano común y corriente en la vida
pública.” (Pág. 29).
Entonces
no es que Tiempos recios sea antinorteamericano o que el autor demuestre
ambigüedad al hablar positivamente de la reforma agraria que un soñador como
Jacobo Árbenz quería implementar, siempre inspirado en lo logrado por Estados
Unidos, y que ésta nación trabajó para tildarlo de comunista y así facilitar su
salida del poder.
Lo
que hace Vargas Llosa en su nuevo trabajo de ficción, es subrayar sus valores
liberales. Pone en escena a esa policía secreta norteamericana llamada CIA que
mueve los oscuros hilos del poder en Latinoamérica para que su país continúe
con beneficiándose de su status quo, que permitió el auge de la United Fruit
Company y otras empresas, admitiendo que en esos países del tercer mundo, estas
firmas actúen casi en contraposición con los valores que los Estados Unidos
vendían al mundo: un modelo de capitalismo forjado exclusivamente por el
trabajo del hombre.
Más
de cuarenta años antes, en Historia de un deicidio, ya se había
anunciado esta mirada. Al hablar de la determinante niñez de García Márquez en
Aracataca, Vargas Llosa escribió: “La invasión económica norteamericana no tiene
oposición e, incluso, es bienvenida porque crea el espejismo de la bonanza:
establece nuevas fuentes de trabajo, eleva los salarios misérrimos del
campesino del latifundio feudal y da la impresión de contribuir a la
modernización y el progreso.” (Pág. 17). El margen de tiempo entre ambas obras,
reflejan que el consecuente pensamiento vargasllosiano liberal, a través del
tiempo.
Bibliografía:
Valenzuela
Garcés, Jorge. Principio Comprometidos. Mario Vargas Llosa entre la
literatura y la política (Lima, Facultad de Letras de la UNMSM, 2013).
Vargas
Llosa, Mario. La casa verde (Madrid, Santillana Ediciones Generales,
2005).
Vargas
Llosa, Mario. García Márquez. Historia de un deicidio. Barcelona,
Barral Editores, 2000.
Vargas
Llosa, Mario. La verdad de las mentiras. Ensayos sobre la novela moderna
(Lima, Peisa, 1996).
Vargas
Llosa, Mario. Lituma en los Andes. Barcelona, Planeta, 2008.
Vargas Llosa, Mario. La
llamada de la tribu. Lima, Alfaguara, 2018.
Vargas Llosa, Mario. Tiempos recios. Lima, Penguin Random House, 2019.
Vargas Llosa, Mario. Tiempos recios. Lima, Penguin Random House, 2019.