¿Se puede motivar la ciencia y los valores a los niños sólo con un libro?

Las páginas de reseñas de libros poco nos preocupamos por los libros para niños o adolescentes o los de difusión de las ciencias. Haremos una excepción con Todos somos genios



¿Cómo despertar en los niños y adolescentes el amor por las Ciencias, la Economía o las Letras? ¿Cómo lograr un real interés por abrazar el amor por el conocimiento o el interés por los problemas del mundo? ¿Cómo robarle tiempo a las prioridades actuales de la vida de los “nativos digitales”, como los videojuegos en línea o redes sociales para que ellos y ellas volteen la mirada y encuentren otras motivaciones?

Estas preguntas preocupan a padres, a educadores y a sociedades enteras como la estadounidense o la Unión Europea, donde las pruebas tipo PISA demuestran que el número de niños y adolescentes interesados por la Ciencia decrece.

Esto a diferencia de contextos entre las dos Guerras Mundiales, donde muchos de los Premios Nobel crecieron. En cambio en India o China, el número de menores de edad interesados en los campos de las ciencias duras aumenta, ¿por qué? Tal vez el desafío que plantean las carencias sea una buena respuesta. Las buenas narraciones no plantean respuestas totales ni sirven para crear una escuela de genios, pero sirven para motivar.  

Cuando hablamos de libros que nos hagan amar la ciencia, no me refiero precisamente al turbante de Baldor, libros llenos de ejercicios de Álgebra y Geometría con los que crecimos varias generaciones de latinoamericanos. Hablo de El mundo de Sofía, del noruego JosteinGaarder, un volumen fascinante que logró ese objetivo último de encandilarnos con el conocimiento como si se tratase de un cuento de hadas. Hoy es un clásico utilizado en escuelas secundarias o primeros ciclos de la universidad.   

De lo absorto a la comprensión del caos
Todos somos genios carece del vuelo literario y filosófico del libro de Gaarder. Tampoco es su propósito. Apuesta por una narración sencilla y breve sobre las historias de vida de pensadores y activistas galardonados con el Premio Nobel, aquellos que han ayudado a hacer del Mundo un espacio mejor.

Aquí están 32 historias de estos hombres y mujeres valiosos. De la prisión y esperanza de Nelson Mandela en Sudáfrica, al mundo realismo-religioso sudamericano de Gabriel García Márquez. De las semillas mejoradas desarrolladas que salvaron millones de la hambruna, de Norman Ernest Borlaug, a la construcción del primer reactor nuclear elaborado por Iréne Joliot-Curie y su marido. De lo absorto a la comprensión del caos.

Algunos casos necesitan narrar las carencias o la violencia, como el campo de concentración donde vivió el escritor húngaro Imre Kertész, o las vidas difíciles que tuvieron Elinor Ostrom (Nobel de Economía) o Shiri Ebadi (Nobel de la Paz).

Lo que muestra Todos somos genios es que el común denominador de los hombres y mujeres que lograrán el Premio Nobel es que tomaron las dificultades para motivarse y salir adelante. Piense, ¿cuántos niños migrantes, que sufren penurias y son tratados con desdén no serán los potenciales genios que den respuestas a las problemáticas del mundo de hoy?

Se trata de buenos argumentos para enamorar con historias de cinco o seis párrafos, a este público de edad tan difícil como la preadolescencia y adolescencia. Y despertar en algunos de ellos la vocación científica o social. 

Equilibro entre historias y aportes
El mérito al escribir para este público siempre será mantener su atención. Y hablar de Premios Nobel de Química, Física, Literatura, Medicina, Física, Economía, Paz, se logra solo gracias a un equilibrio entre la historia personal y el trabajo desarrollado. 

Complicado es reducir teorías científicas y sociales a uno o dos párrafos. Pero Andrew Maltés y Arturo Torres logran hacer un buen trabajo de síntesis, mientras Omar Andrés Penagos, sin modificar el trazo, otorga a los personajes esos ojos grandes, que en la cultura japonesa significan la transparencia del alma.

Salen airosos y logran transmitir lo básico del trabajo de los semiconductores elaborado por John Bardeen, ganador de dos premios Nobel de Física. O el “teorema del niño malcriado” del economista Gary Becker. La “teoría de las estructuras disipativas” del ruso y Premio Nobel de Química, Ilya Prigogine, y el “principio de exclusión” del físico austriaco Wolfgang Pauli. O la “teoría de la información en la Economía”, del ruso Leonid Hurwicz, entre otros.

Este tipo de párrafos explicativos a veces hacen perder el interés si es que los niños son muy pequeños (de 8 o menos años). No sucede lo mismo con niños de 10 a más edad, que empiezan a mirar la vida de otra manera, se problematizan, se preocupan. El mérito es ese: envolverlos sobre el interés del mundo por resolver. Y a quienes los acompañamos leyéndolos, conocer de ellos y, en un momento, exigir que las calles dejen de tener nombres de militares y lleven nombres de científicos, literatos y hombres de paz.   

FICHA:
Maltés, A. y Torres M. A. Todos somos genios. Historias de los Nobel para niños y niñas. Lima, Planeta Junior, 2018. Pp. 134.

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