Borges bajo la mirada de Vargas Llosa

Algunas ideas de por qué Mario Vargas Llosa entrega un ensayo breve sobre Jorge Luis Borges. 



Portada del libro.


Este mamut parlante ha tratado de escapar de los prejuicios, de los comentarios antes de acometer este breve conjunto como lector. 

Se ha dicho que Medio siglo con Borges (que salió al mercado el 18 de junio) es un libro «menor» dentro de la obra ensayística de Mario Vargas Llosa. Que solo es un volumen que se justifica por el mero contrato editorial y que bien se puede dejar de lado, cuando alguien busca estudiar la obra borgiana. 

Volumen escueto 

Es verdad que se trata de un volumen escueto. Estamos ante la reunión de un archipiélago de textos. 

Medio siglo… no es un ensayo per sé, sino una selección de textos alrededor de la figura del genial escritor argentino Jorge Luis Borges; reúne entrevistas y breves y puntuales ensayos trazados entre 1963 y 2018 (por ende, supera el «medio siglo»). 

Sin embargo, hay puntos abordados a lo largo del texto que permiten conjeturar sobre la dimensión de la obra y la forma de aproximación al universo borgesiano. Las respuestas se encuentran en el escueto texto que da nombre y pie al volumen, “Medio siglo con Borges” (páginas 13 y 14), firmado por Vargas Llosa en el 2004.

En él, el Nobel peruano precisa ideas que se repetirán en los demás textos del corpus literario. 

Placer intelectual y prosístico 

La primera, que Jorge Luis Borges (1899-1986) es «una fuente inagotable de placer intelectual». 

Cito: «Si tuviera que nombrar a un escritor de lengua española de nuestro tiempo cuya obra vaya a perdurar, a dejar una huella profunda en la literatura, citaría a ese poeta, cuentista y ensayista argentino» (Pág. 29). 

Por ello, su obra guarda especial sitial en las relecturas del autor de La casa verde

Es un dato fundamental, si pensamos en que Borges se ubica en las antípodas de lo que «mis demonios personales me han empujado a ser como lector»: dixit Vargas Llosa, un escritor realista que mira con respeto el trabajo de un escritor de narrativa breve y fantástica como el bonaerense.  

«La prosa de Borges se reconoce al oído», dice con admiración el autor de Conversación en La Catedral. «Borges perturbó la prosa literaria española de una manera tan profunda como lo hizo antes en la poesía, Rubén Darío» (51). «En Borges el exotismo es una coartada para escapar de una manera rápida e insensible del mundo real» (59).

Para el escriba arequipeño hay algo inalcanzable que logró el autor de Ficciones: «la belleza e inteligencia del mundo que creó, me ayudaron a descubrir las limitaciones del mío». 

Esa frase encierra un ejercicio de humildad del longevo narrador y ganador del Nobel de Literatura 2010, por cierto, reconocimiento que se le escapó de las manos a su admirado par argentino. 

Busco una segunda clave del por qué MVLL no acometió una obra ensayística más voluminosa y detallada sobre JLB, de 300 o 600 páginas, como sí lo realizó con otros autores que admiraba, y, por cierto, novelistas como él. 

Pienso, por ejemplo, en su colosal trabajo García Márquez: Historia de un deicidio (de 1971, que por razones personales Vargas Llosa nunca más permitió reeditar); en La orgía perpetua: Flaubert y madame Bovary; El viaje a la ficción, sobre Juan Carlos Onetti; La tentación de lo imposible, sobre Víctor Hugo. 

O La utopía arcaica, sobre José María Arguedas, polémica como algunos ensayos, pero donde recuerda su admiración: “Tuvo una perspectiva mucho más amplia que la mía y que la de la mayor parte de los escritores peruanos sobre nuestro país.” Cada autor sobre el que ha escrito Vargas Llosa un ensayo mayúsculo, encierra esa emoción intelectual. 

Vida frugal y sin novelas 

Sin embargo, en el trabajo literario de dichos autores, hay una simetría, un barro con el que el propio Vargas Llosa está hecho: el irrestricto amor por la novela. 

En cambio, Borges desdeñaba la narrativa de largo aliento y prefería autoreferenciarse como poeta y lector. Le estaba también vedado el amor por el dinero y solo disfrutó de la fama en sus años finales. 

En Borges no hay pisca de amor por la novela. El Vargas Llosa periodista insiste en la entrevista aunque queda frustrado con la respuesta del otoñal escritor: 

MVLL: Pero, entre los autores más importantes para usted, ¿no hay ningún novelista?
JLB:…
MVLL: ¿Mencionaría algún novelista entre los autores que considera más importantes o son sobre todo poetas y ensayistas?
JLB: Y cuentistas. (33)

Otro elemento para evitar un ensayo más porlongado sobre el políglota y enciclopedista Borges, es el poco interés que le despertaba la producción literaria actual de América Latina. 

Versus un «idioma palabrero»

Este punto de vista está relacionada a su apreciación sobre el español como «idioma palabrero». «Por lo mismo conceptualmente impreciso» (52). 

Un cuento del JLB, “El duelo”, le da pie a MVLL para reflexionar sobre lo que logró el argentino con la lengua, un giro inusitado, y eme ahí su genialidad: 

«Lo revolucionario en Borges es que hay tantas ideas como palabras» (52); «la prosa literaria creada por Borges es una anomalía, pues desobedece íntimamente la predisposición natural de la lengua española hacia el exceso optando por la más estricta parquedad» (53). «En sus textos, hay siempre un plano conceptual y lógico que prevalece sobre todos los otros y del que los demás son siempre servidores» (54).

Vargas Llosa será un admirador de esa prosa, una piedra de toque que siempre volverá a admirar, con el ímpetu adolescente. Borges enseñó que el español «era capaz de volverse tan lúcido y lógico como el francés y tan riguroso y matizado como el inglés» (55).

Perfección y vida

Si Vargas Llosa no ha preparado un ensayo a profundidad sobre el erudito argentino también se debe es que a éste le hubiera resultado indiferente un libro de investigación o ensayo sobre su obra. 

Para el argentino, frío y calculador en sus textos «perfectos como un círculo», las novelas tenían páginas que sobraban, mucha viruta; y para Vargas Llosa eso era parte de la belleza de la novela: ideas, humores, pasiones, un todo que intenta dibujar la realidad.

Si Medio siglo con Borges es redundante en su brevedad, se debe también a que Vargas Llosa no quiere caer en ese lugar común al que están tentados los estudiosos de la obra borgiana: «la “crítica heurística” que puede eternizarse en el rastreo e identificación de las infinitas fuentes borgianas (…) Lo que da grandeza y originalidad a esos cuentos no son los materiales que usó, sino aquello en que lo transformó: un pequeño universo ficticio» (61).  

Si el laureado novelista no escribió un texto más amplio sobre Borges, es porque nunca lo hubiera leído. En cambio, Gustave Flaubert o Victor Hugo, vueltos de la vida, no hubiera dudado en leer lo escrito sobre ellos y debatir la pasión por la novela.  

Lo que sí puede llamar la atención es por qué no hubo una revisión profunda y más amplia de los textos que fueron creciendo a lo largo del tiempo, como su admiración por Borges. Algo que sí sucedió con los otros libros de ensayo sobre narradores ya citados. (Vargas Llosa también dejó casi olvidada su primera tesis, Bases para una interpretación de Rubén Darío, de 1958, con la que logró el bachiller de Humanidades en San Marcos. Donde analiza al poeta nicaragüense).

Contra los políticos 

Cuando el peruano llegó a Buenos Aires y conoció la casa del célebre escritor argentino, se sorprendió de la frugalidad, de la casi pobreza, pero, sobre todo, que solo había leído un libro dedicado a su labor literaria, de 1955, Borges, enigma y clave. No le interesaba posteriores que hicieron en tantos trabajos académicos sobre su obra. Tampoco tenía ejemplares de sus obras en casa. («¿Quién soy yo para codearme con Shakespeare o Schopenhauer?»). 

Es algo que marca a Vargas Llosa-periodista, quien ya presume un lugar privilegiado desde la cresta de la ola del boom latinoamericano, con fama literaria e influencia cultural y política a ambos lados del charco, universos que le eran ajenos al ciego escriba bonaerense, mientras acariciaba a su gato Beppo en un modesto departamento del Centro de Buenos Aires y tenía por lazarillo a su sirvienta.  

Al narrador peruano, de Borges -«esa pasión secreta y pecadora, nunca se desdibujó» (17)- le irrita otra idea: el intelectual apolítico. El escritor argentino se definía como «un viejo anarquista spenceriano» (36).

Sin embargo, en el texto “Borges, político” (1999) MVLL explica que no era apolítico sino que, desde los textos en la emblemática revista Sur, JLB había marcado distancia con el facismo, el nacizmo y los «turbios sentimientos patrióticos», otra idea que Vargas Llosa quiere reflejar afín entre entrevistado y entrevistador. 

Pero el peruano critica el lento y suave distanciamiento que marcó Borges con las dictaduras de Aramburú y Rojas, de Videla y dejarse homenajear por el general chileno Augusto Pinochet. 

El autor de La guerra del fin del mundo, recuerda que igual que Quevedo, Borges fue un gran escritor, «pero inhumano», un fuego vital que sí tenía Cervantes, explica.  

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El orden de los textos

Medio siglo con Borges se inicia con un poema (uno de los pocos que ha publicado MVLL, por cierto) dedicado a JLB. Luego, vienen las tres entrevistas, que se inicia con “Preguntas a Borges”, que data de 1963. 

Para los investigadores o estudiantes del llamado Periodismo Literario, Vargas Llosa ofrece un trabajo interesante “Borges en su casa” y “Borges en su casa: una entrevista”, basados en la cita que tuvieron, en Buenos Aires, en 1981. El primero es un perfil periodístico y el segundo, la entrevista desarrollada y base del primer texto. 

Claro, una cuestión que no entiende este mamut es por qué todos los entrevistadores, incluido Vargas Llosa, llaman por su apellido al autor. Borges, a secas. ¿Será el deleite del sonido de las dos sílabas?

Por su parte, “Borges en París” es una mirada al hombre que logra tardíamente la fama y para la cual fue detonante el viaje a París, en 1963, para hablar sobre Shakespeare. 

Y MVLL confiesa ahí otra forma que tienen los intelectuales de admirar a sus pares: entrevistarlos, no una, sino varias veces. Es un pretexto para exorcizar dudas propias sobre el oficio artístico. Mario Vargas Llosa entrevistó a Borges varias veces, cada vez que pudo, en América y Europa, desde los sesentas hasta la década del ochenta. Además, comentará que leyó las cuatro biografías sobre uno de los poetas y cuentistas mayores de habla hispana.

Digamos que hay ideas que se repiten. «El estilo borgiano es uno de los milagros estéticos del siglo que termina» (72), advierte el novelista peruano en aquel texto de 1987. 

También subraya aquel sentido del humor propio de Borges, un eco del «insolente vanguardista que se divertía soltando impertinencias»

En “El viaje en globo” (2014), Vargas Llosa realiza un rescate de la humanidad morosa de Borges. Es el amor que logra en la tercera edad, junto a María Kodama. 

Escribe el peruano: «los seres humanos parecen abstracciones, símbolos, alegorías, y en el que los sentidos, apetitos y toda forma de sensualidad han sido poco menos que abolidos; si el amor comparece, es intelectual y literario, casi siempre asexuado» (103). 

Este mamut piensa que en textos como pretextos, y aquí también el escriba peruano se permite, a través de su respetado Jorge Luis, defender los amores otoñales. 

Otro texto breve, “Borges entre señoras” (2011), analiza los textos que escribió el autor bonaerense en una revista femenina, Hogar, entre 1936-1939: mientras otro lo hubiera tomado como un trabajo ligero, Borges asumió el reto con un despliegue de rigurosidad únicos: como dice MVLL, aunque escribiera desde los confines del mundo, JLB fue un autor atento y conocedor de la gran producción literaria de aquellos años de la década de 1930.  

El último texto,  data de 2018 y habla de la influencia «esencial» de Jorge Luis Borges en el uruguayo Juan Carlos Onetti. Es un choque entre antípodas. Pero «la ficción incorporada a la vida en una operación mágica o fantástica es tema de control en Borges» (88-89). Para MVLL: El pueblo onettiano de Santa María se debe a las lecturas de Borges, afirma.

En conclusión, estamos ante un homenaje en breve a un maestro inigualable de la prosa, con el perdón de sus múltiples imitadores. Tal vez como le hubiera gustado a Borges, sin que sobren palabras.  


FICHA TÉCNICA:
Vargas Llosa, Mario. Medio siglo con Borges. Lima, Penguim Random House Grupo Editorial, 2020. Pp. 108.  

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