Cien años después, Lastenia. Mirada y escritura de una dama de sociedad limeña




¿Fue Lastenia Larriva de Llona la autora más racista y clasista que alumbró el Perú de entre el XIX y el XX?

⎼¿Se ha muerto usted alguna vez?
⎼Todavía no, pero para cuando llegue el caso no quiero resucitar. Afortunadamente no anda ya Nuestro Señor por el mundo, pues no desearía ser un nuevo Lázaro.
¿Cómo nos leerán de aquí a 100 años? ¿Nos verán como snobs, grandes innovadores o, simplemente, nos absorberá el polvo del olvido literario, cruel verdugo para la mayoría de escribidores? ¿Cuánta de la producción bibliográfica sobrevivirá para contarse de aquí a un siglo?

Son preguntas que asaltan a este Mamut tras leer los 14 textos de Cuentos, volumen que publicó en 1919 la escritora y periodista Lastenia Larriva de Llona (1848-1924). Celebró la salida del libro, y fue uno de los momentos más aciagos de su vida: ese año Lastenia quedó invidente.

¿Racista, clasista? Un siglo después, Larriva de Llona resulta una grata sorpresa cuando uno mira ese momento bisagra, de entre los siglos XIX y XX de la Literatura Peruana, que, por cierto, ha tenido poca presencia femenina, salvo los casos de las siempre mentadas Clorinda Matto de Turner y Flora Tristán (descendiente de peruanos, para más señas). ¿Y fue el Perú el país más machista poniendo en el pedestal casi exclusivamente la producción masculina? Vamos, no sea ingenuo: pocas mujeres en el orbe tenían el privilegio de aprender a leer y escribir.  

Aparece Lastenia en ese contexto. Estamos frente a una verdadera “dama limeña”. No es huachafería ni machismo trasnochado la descripción. A la autora, deduzco de la lectura, le hubiera encantado. Porque Lastenia representa a plenitud a la mujer y la forma de ver el mundo desde clase media alta limeña.

Viudez: nacimiento literario
En el texto introductorio, el editor y encargado de dar una segunda vida estos textos una centuria después, José Donayre Hoefken, cita al ecuatoriano Rodolfo Pérez para dar los datos biográficos de la autora y así comprender mejor el lugar desde donde escribe e interpreta el mundo, ya lo dijimos.

La autora estudió en el colegio SS CC Belén de Lima. Era desde chiquilla “aficionada a las letras”, como se decía en aquellos tiempos, cuando la Literatura era visto casi como un bucle en las señoritas que practicaban este pasatiempo.

Al inicio, en esa Lima acojudada, nieta de chapetones, encorsetada y amante de la chismografía, Larriva tuvo que redactar bajo un seudónimo. Imagínes, ¡hubiera sido un escándalo que una joven de bien se dedique a ese oficio de crear personajes, fantasear! Además, para qué una mujer necesitaba oficio entonces, si bastaba ser mantenida por su esposo. Por ello urgía que las mujercitas encuentren un buen partido.  

La desgracia de la pérdida de su primer marido ⎼muerto en la batalla de Miraflores (15 de enero de 1881), en plena Guerra con Chile⎼ significó la emancipación a su destino como autora.

Recordemos, que hasta entonces Lastenia era una mujer que publicaba casi en secreto, que tuvo 5 hijos (Adriana, fallecida tempranamente, lo que sirve de insumo a la autora para la historia «Cuento que es historia», la narración más autobiográfica, donde habla también de su pasión por el piano y la vida a fines del siglo diecinueve en los ranchos del balneario de Chorrillos). Ojo, las familias entonces eran pródigas en retoños, cuando muchos de los hijos fallecían en la primera infancia, debido al desarrollo incipiente de la medicina.

Contábamos que Lastenia enviudece joven, trabaja como profesora de piano para dar de comer a sus hijos. Mujer guapa en medio de una ciudad donde circulaban tranvías, caballos y chismes, conoce al poeta y exdiplomático ecuatoriano Numa Pompilio Llona (1832-1907).

Estas segundas nupcias serán lo mejor para su vida literaria. Junto al poeta Llona, Lastenia dejará aletear con libertad ⎼y dentro de los cánones establecidos para una dama de aquel entonces, subrayamos⎼ su vocación literaria. Entre Lima y Guayaquil, desata su pluma y firmará con orgullo ¿y gratitud? “de Llona”. Publicará a partir de 1888 novelas, poemarios; dará nacimiento a la primera revista femenina y escribirá artículos sociológicos en El Comercio de Lima. Hasta aquí su biografía a grandes trancos.

El privilegio de la daga
La primera impresión es de una Lastenia, mujer privilegiada: perteneciente a una clase acomodada limeña y que había tenido demasiada suerte en rehacer su vida sentimental y no “caer” de clase, como otras que no tuvieron la misma “suerte” al enviudar. Menos a “progresar” y sobresalir en un rubro casi exclusivo de los hombres. 

A la vez, resultó una daga porque dicha sociedad tenía ciertos temas vedados. ¿Lo sabía Lastenia? Claro que sí. Este Mamut siente cómoda a la autora en su rol, escribiendo sobre aquello que le era permisible: los fantasmas, ponderar sobre los valores, mirar sobre el hombro a quienes caen en pecado, mirar con clemencia a los pobres y como a ciudadanos de segunda categoría a los indígenas.

Lastenia fue una mujer tan inteligente y conocedora del lugar privilegiado desde donde miraba el mundo. ¿Pero, había acaso otro lugar mejor para una escritora de su época? A la vez, Lastenia demoró en publicar (hasta hoy, no es ninguna prioridad para la sociedad peruana el ser letrada, es una sociedad con otras “prioridades”).

Estilo: una escritura en tránsito
Donayre Hoefken cita al crítico Ricardo González Vigil, el cual señala que tanto en los cuentos que analizamos de Lastenia Larriva, como en su obra poética ⎼que no es motivo de este comentario, y desconocemos⎼ existe “el tránsito de la sensibilidad romántica a la inquietud modernista” (Pág. 13).

Quien escribe es una narradora de mirada católica, conservadora, con cánones muy definidos de belleza. Es también una narradora muy ligada a su contexto histórico-social, a las formas de producción, transporte y creencias de aquel entonces. Inclusive este rasgo se da cuando transita a géneros ajenos al realismo. Lastenia intenta que sus historias cortas tengan un mensaje moral, haciendo que en la historia se cumpla aquello que el personaje principal planteó en un primer momento.

En este sentido, cito el «Cuento del sepulturero», perteneciente al género fantástico. Un grupo de personas sostienen una conversación “filosófico-psicológica” en una sobremesa, acerca de la muerte, intentando encontrar cierto valor a la muerte. El narrador principal tiene un argumento: “Solo los que tienen madre pueden volver a la vida con la esperanza de ser bien recibidos.” (24). Contará la historia del sepulturero de su pueblo y una noche singular donde un ángel les concede el deseo de volver a la vida. La historia, cuya segunda parte es la más espeluznante y cautivadora, servirá al anónimo narrador a subrayar lo que contó. Y no digo más para que vaya a leer Cuentos.

Otra constante es el papel de la mujer (la mayoría son protagonistas femeninas, hubiera sido muy trastocador ponerse siempre en la piel de un hombre). Lo que está ligado a lo que le tocó vivir (mujer dos veces enviudada, madre de familia, clase media alta, recordamos). También advierte este Mamut que los cuentos tienen esa moralina que para los lectores de su época debió ser muy bien ponderado, no lo dudo.

Mirada de mujer (de época)
«Una historia como hay muchas» podría hoy ser un buen guión para un cortometraje porque es a través de un elemento moderno, el cinema, que presenta como la última de las películas La feria de Santa Cruz en colores, con la cual la protagonista, la viuda“Julia del Mar”, de “carácter angelical”, confirma lo que todos cuchicheaban sobre las circunstancias en que murió su marido. Importante porque el medio de transporte es el tren de Miraflores a Barranco. Ah, no dejaré de mencionar que hoy los diálogos de la protagonista y sus amigos “Valentina” y  “Octavio” podrían ser prestados sin problemas por alguna telenovela mexicana.

¿Lo hacía exprofeso Lastenia o era su forma de hacer una crítica solapada a las mujeres de su tiempo? «Fatalidad» es otro retrato de la mujer de aquel entonces y el mundo de las apariencias, donde la pobreza ¡y más la mendicidad! es un pecado desde cierta clase social. 

Los nombres sirven a la autora para reforzar ideas. «Iris» es el más claro ejemplo. La protagonista es una niña mendiga ciega, “blanca, rubia como el oro, de carnes mórbidas el cuerpo y de lindas facciones el rostro”, cuyo mayor deseo es “ver la luz”, representación de Dios.

En «El rey Herodes (cuento de Navidad)» la protagonista es una niña bien de cinco años, “Lolita de Jesús Valencia” “esa linda niña de tez blanca como la nieve”, hija de un “bizarro y caballeroso general” y de una “virtuosa y bella” madre. Pide al Divino Infante y a su padrino, el coronel Monforte, un “cholito” de verdad como regalo de cumpleaños. Llega el chiquillo de seis años, Tomasito, que traen a rastras desde Juliaca: “El chico era un bonito tipo de su raza (...) por sus venas corría pura y sin mezcla alguna, la sangre de los antiguos hijos del Perú.” (56); “Tomasito, de cabellos negros y lisos como la crin de un caballo” (57). La narradora utiliza el cuadro del italiano Guido Reni, La degollación de los inocentes, que narra cómo el rey Herodes  ordenó asesinar a todos los niños menores de dos años para causar la reflexión. La niña recapacita y salva a Tomasito, su madre y su hermana de la “suerte del siervo”. 

Lastenia, la fantástica
La gran veta de Lastenia Larriva es lo fantástico. Es una narradora con gran fibra para lo espectral. Son las historias más cortas y mejor logradas del conjunto; donde la autora echa mano a sus mejores recursos narrativos en las escenas determinantes. Sí, a este Mamut le agrada más la Lastenia que narra solo con el afán de contarnos una buena historia, dejando de lado la moralina que, a veces, agobia sus otros relatos.

Pertenecen a esta categoría, «Misterio», una pieza fina y enigmática para hablar de aquello que no se puede explicar “por las leyes naturales al alcance de todos” (69); e «Inexplicable», donde los celos pueden trascender el cuerpo físico.

Repito que esta cualidad de su narrativa se frena cuando la autora se autoimpone tonos ligados a la moral y a la mirada cristiana. «El niño Jesús de Teodoro (cuento de Navidad)», que es más una nouvelle, el texto más largo de Cuentos, puede tener el equilibrio que buscaba la autora: cumple su fin normativo y tiene una narración que envuelve, a pesar de lo extenso del texto, donde son claves la imagen del Niño Jesús y la Navidad para lograr redimir de “la vida de orgías y escándalos” al protagonista, que tendrá que decidir entre dos amores: “Rosario”, “una muchacha del bajo pueblo, pero soberanamente hermosa” (117), que “se cimbraba con voluptuosos movimientos de sirena o sierpe tentadora” (122) y “Celia”, “angelical criatura”; una chica bien de “delicado perfil”, de “dulce y melancólica expresión de sus hermosos ojos azules” (123). Esta nouvelle resalta también porque es la única que da un pincelazo de las costumbres navideñas de la época en el Centro de Lima y, ¡oh, amantes de la gastronomía!, habla de los platillos y bebidas que se consumían en la capital, una ciudad marcada por las campanadas de las iglesias. Un hecho biográfico importante se desliza: es el único relato donde ella da a conocer su amistad con Ricardo Palma. El papel fantástico lo tendrá la imagen del Niño Jesús.

PUNTAJE: 4 DE 5

FICHA:
Larriva de Llona, Lastenia. Cuentos. Lima, Maquinaciones Narrativa. 2019. Pp. 174

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