Los niños que nunca volvieron a celebrar (felices) la Navidad
La periodista Teresina Muñoz-Nájar devela en ¿A quién le importa? casos recientes de violencia sexual contra menores de edad en Lima y Amazonas, investigados por una comisión de vida efímera del Congreso.
¿Cuántos
informes finales de las comisiones del disuelto Congreso de la República quedaron
encarpetados y valían la pena ser discutidos en el pleno del Congreso?
La periodista Teresina
Muñoz-Nájar integró el equipo técnico de la Comisión Investigadora de Abusos
Sexuales Contra Menores de Edad en Organizaciones. Solo tuvo 36 sesiones, entre
el 2018 y 2019. Y pareció que el único congresista convencido de su importancia
era el presidente de la comisión, Alberto de Belaunde.
Lo normal en estos casos
es que un profesional cobre su dinero y se olvide del asunto. Pero los temas
eran tan duros, sórdidos, hablaban de violencia contra menores de edad, que
Muñoz-Nájar quiso que lo investigado no se quede como alimento de polillas, o a
la espera de que la Mesa Directiva del futuro Congreso 2020-2021, lo tome en
cuenta, entre las tantas “prioridades” que tienen sus gestiones, sino que,
mediante el objeto llamado libro, llegue a otros auditorios.
***
Dividido en cuatro tres
capítulos, ¿A quién le importa? es un resumen de las 1,500 páginas del
informe final y sus 260 recomendaciones a instituciones públicas.
En
el libro, las estadísticas tienen nombre y apellido. Son menores de edad
violentados. Lo que el tecnicismo del Estado y las oenegés reduce a NNA (niños,
niñas y adolescentes).
No se asuste, no está
escrito con el frío lenguaje de esos legajos parlamentarios, que son una
retahíla de nombres, fechas y fojas, y que al final no se sabe para qué
demonios sirven. El mérito de Teresina Muñoz-Nájar es presenta un texto humano;
narrando desde la primera persona, tanto lo que dicen los testimonios, la forma
cómo se realizaban las investigaciones en esos apretados meses de vigencia de
la comisión (como no era nada prioritario para los congresistas, tendrían vida
pequeña).
Y si se basta de la
contundencia de una única palabra para dar título a cada capítulo -“Abuso”,
“Estigma”, “Invisibles”- es que no se puede decir más frente a lo descrito.
***
Aclaremos: los delito
sexual tienen distintos nombres y no necesariamente implican penetración.
Existen otras formas, como las “conductas sexuales dañinas” y los tocamientos,
por ejemplo.
Que lo diga sino Juan
Borea Odría, exdirector del colegio
Héctor de Cárdenas,
de Jesús María, quien, según los testimonios de sus exalumnos, gustaba de
frotarse los genitales con los pies de los escolares.
Siempre varones. Los
monstruos aprovechan la vulnerabilidad de sus víctimas. Tienen un olfato para
detectarlas, para ganarse al resto de la sociedad para que duden de la víctima
porque él, el victimario, aparenta ser probo.
Fue una práctica que Borea
Odría repitió durante más de veinte años en ese colegio donde era la máxima
autoridad. A los tocamientos, él se refería con el eufenismo de
“cosquillas”.
Quien lo denunció primero
fue Rafael Salgado Olivera. Es imborrable lo que vivió: era un niño de 10 años
de edad, con muchas carencias, cuyo padre militante del MRTA fue asesinado. Era
una víctima perfecta para el educador en quien realizaría esta práctica por
años: sobarse los genitales del menor y terminar con los pantalones mojados. Todo
ello lo denunció primero por la red social Facebook. Otros exestudiantes no
solo dieron like al post de Rafael, sino que hicieron público que ellos también
fueron víctimas de Borea. Era algo que llevaban guardado en sus corazones por
años.
“Abuso”.
A ojos del lector, un
papel triste juegan algunos miembros de la iglesia Católica. Borea es una
persona ligada a las altas esferas de esta institución religiosa y ponderado
educador. Cuando en el 2017 las denuncias sumaron 15 (muchos otros prefirieron
no hacerlo), devolvió las Palmas Magisteriales que el Ministerio de Educación y
tras el escándalo lo retiraron o se retiró a trabajar en forma voluntaria a
Puno, pero volvió en el 2000 a una institución siamesa del Héctor de
Cárdenas. Pero los abusadores no cambian, comprendemos tras leer el libro
de Teresina. Borea se defendió con esos abogados hábiles para la leguyada.
Los chicos de los que
abusó con sus tocamientos, ahora son hombres, pero con traumas los acompañarán
toda la vida. ¿Acaso no lo sabía él como gran educador que es de las huellas
imborrables de los primeros años para un hombre?
Y la sociedad sigue
dudando de ellos; entre ellos algunos excongresistas que dieron pocos recursos
y tiempo a la comisión (el tiempo de investigación de ésta fue solo hasta el 17
de junio de este año) o trataron de menoscabar su trabajo, timoratos sobre todo
por el cargamontón que se podía dar contra la iglesia Católica con los
resultados.
Tranquilos, el informe que
Teresina nos narra en menos de 150 páginas, habla de vidas
frustradas. Nada menos, nada más.
***
El tecnicismo que los
abogados de los abusadores buscan para amenguar los hechos, es buscar la
“complicidad” de los menores, si son niños y más si son adolescentes.
El pianista clásico James Rhodes, responde sin rodeos: “La
vergüenza es el motivo por el que no se lo contamos a nadie”. Simple. Lo sabe
Rhodes quien también fue violado de niño. Lo que le salvó fue el mundo de la
creación artística, pero no todas las víctimas tienen esa tabla de
salvataje.
Creo que otra fortaleza
del texto de Muñoz-Nájar, además de narrar las investigaciones y la forma cómo
se investigó, es la contundencia de las citas que adjunta tanto de
especialistas en el tema y otros, como el de Rhodes.
***
“Estigma”. Otro monstruo
con nombre propio es el “jefe de manada” de los boy scouts, un salvaje llamado
Jean Carlo Castro Bazán, quien durante tres años violó, entre 2012 y 2015,
violó 100 veces a un niño. El menor J.J. tenía solo 7 años cuando empezó su
martirio, y cumplió 11 cuando su madre se enteró y denunció el hecho.
Castro Bazán ya tenía
antecedentes penales, había violado a otro menor, de 16 años, pero la Asociación de Scouts del Perú lo
desconocía y le dejó la puerta abierta. Después de darse a conocer el caso, lo
más patético es que esta asociación estaba más interesada en eximirse de la
reparación civil como “terceros civilmente obligados” en el caso. Fue tras un
informe periodístico, que los scouts se comprometieron a pagar reparación civil
este año.
***
Si bien sujetos como
Vásquez Bazán cumplen cadena perpetua, son los menos. A la mayoría de los niños
el silencio los persigue, no hablan o no les hacen caso. A ello se suma la
indiferencia de las instituciones.
Pero la situación más
difícil y desprotegida es la de los niños y adolescentes violentados
sexualmente en las zonas rurales. Son los invisibilizados de los
invisibilizados.
La autora presenta un
resumen de los doscientas casos de niñas y adolescentes de las comunidades
awajún y wampis de la provincia de
Condorcanqui (Amazonas), en la frontera con el Ecuador, que habían sido
abusadas los últimos siete años por sus profesores.
Están atadas de manos y
deben de seguir conviviendo en sus comunidades con sus impunes violadores, por
el alto costo y desplazamiento que significarían hacer las denuncias (hablamos
de pueblos alejados que solo se trasladan en bote para comunicarse con la
capital de la provincia).
Eso lo saben sus
“profesores”: sus víctimas no tienen dinero; y si los denuncian, bastará pagar
a un funcionario de la UGEL para que los cambie de comunidad y listo.
Sí, un actor permanente es
la corrupción de las autoridades del sector Educación. El buen punto es que
masificó la educación en la Amazonía, y significó la felicidad para los
perpetradores.
Porque solo en la región
Amazonas hay 24 escuelas secundarias que cuenta con residencias estudiantiles,
donde viven los menores de comunidades más alejadas: solo tienen comidas del
Qali Warma entre semana y viven mayormente solos, expuestos a ser violentados
el resto del tiempo.
Los embarazos adolescentes
también hablan de estos casos. También los casos de VIH-Sida en adolescentes.
“La prevalencia del VIH en Condorcanqui es diez veces mayor al promedio
nacional” (Pág. 121).
Entonces, sin Estado a la
vista, la única salida para estas víctimas, como recuerda Muñoz-Nájar, es la
justicia comunal, con todas sus carencias.
El otro camino es el
suicidio. El suicidio adolescente de las niñas y adolescentes de las
comunidades es otra realidad invisible desde la ciudad. Y se vuelve común.
¿Este informe final estará
en la agenda de la siguiente Mesa Directiva del Congreso? ¿Le darán la
importancia que se merece para establecer políticas públicas y obligar a las
instituciones a hacer eco de las recomendaciones?
El litro de Teresina es
duro.
Desgarrador.
Llena de coraje al
lector.
Es un buen regalo para
estas fiestas de fin de año y abrir la mente.
mamutquelevita.com
Puntaje:
4 de 5
Ficha:
Muñoz-Nájar, Teresina. ¿A
quién le importa? Tres casos de violencia sexual contra menores de edad.
Lima, Aguilar, 2019. Pp. 131.